Un padre
que te suelta
la mano
un segundo antes
de que mueras.
Si sólo supieras
que no quería dejarte.
Y caminamos solos
por el día y por la noche.
Desde aquel día
caminamos solos.
Y todavía hay quienes ven
las huellas
del que nos llevaría
de la mano.
Y nos convertimos
en niños
que van cantando
con una escudilla.
Nos convertiríamos
en estatuas,
de ésas que se deshacen
con sólo tocarlas.
De pronto
nos dimos cuenta
de que íbamos a ser huérfanos.
El cielo
se nos vendría encima
como castigo.
María del Carmen Marengo, El camino de los ángeles (2003)
Desde Perú, saludos poeta. Me gusta tu blog. Te linkeo inmediatamente.
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