domingo, 23 de noviembre de 2014


A Marisa Badino, cuántos días
después de nunca más... Ninguna cuenta
regresiva es posible cuando el sol
gira en sentido opuesto al espiral
de tus pasos (¿terrestres o celestes?)
y cifrar con palabras todo el tiempo
no vivido parece la medida
justa del desconsuelo. Pero digo,
Marisa, que tu nombre de tan fácil
rima rechaza por igual la brisa
caliente del verano entre los pinos
del cementerio público en Sunchales
como la breve risa del borracho
que levanta su copa sin saber
cómo se llama la difunta... Sos
una difunta, ¿viste?, sos la vieja
que no llegaste a ser, porque los muertos
siempre resultan anticuados, turbios
y pasados de moda en sus posturas
de muñecos de cera. Yo prefiero
no haber estado en tu velorio y gracias
le doy a quien no creo por vivir
tan lejos de tu fosa que me siento
libre de refutar la corrupción
de tu cuerpo, tachar con una cruz
de tinta cada bicho o cada yuyo
que brote de tus huesos, y encarnarte
de nuevo en mis deseos no cumplidos,
para cambiar los años que no fui
nadie en tu vida por un siglo juntos
o una tarde. Que conste en actas: nombre:
Sra. Marisa Badino de Schilling;
domicilio legal: este poema.

Carlos Schilling, Confesiones impersonales (2010)


John William Waterhouse, Ophelia



domingo, 10 de agosto de 2014

El 30 de junio hubiera cumplido años José Emilio Pacheco, quien se nos fue en enero pasado. Vayan aquí estos poemas, como recuerdo y pequeño homenaje:


EDADES 

Llega un triste momento de la edad
en que somos tan viejos como los padres.
Y entonces se descubre en un cajón olvidado
la foto de la abuela a los catorce años.
¿En dónde queda el tiempo, en dónde estamos?
Esa niña
que habita en el recuerdo como una anciana,
muerta hace medio siglo,
es en la foto nieta de su nieto,
la vida no vivida, el futuro total,
la juventud que siempre se renueva en los otros.
La historia no ha pasado por ese instante.
Aún no existen las guerras ni las catástrofes
y la palabra muerte es impensable.
Nada se vive antes ni después.
No hay conjugación en la existencia
más que el tiempo presente.
En él yo soy el viejo
y mi abuela es la niña.


CONTRA HAROLD BLOOM
Al doctor Harold Bloom lamento decirle
que repudio lo que él llamó “la ansiedad de las influencias”.
Yo no quiero matar a López Velarde ni a Gorostiza ni a Paz ni a Sabines.
Por el contrario,
no podría escribir ni sabría qué hacer
en el caso imposible de que no existieran
Zozobra, Muerte sin fin, Piedra de sol, Recuento de Poemas