yo quiero tener un kiosco lo quiero de día y lo quiero de noche abierto seré el señor del kiosco el gordo kiosco el dueño del kiosco en la esquina con un toldo a rayas brillará mi kiosco llenaré la maleta del gato Félix el tesoro de Rusia la boca de mamá seré feliz cuando tenga el kiosco y escriba Pessoa mi poema la insignificancia de Occidente derramará sus cajas de noche un televisor pequeño explicará los mundos la luz de la ciudad irá mezclando astros seré el necesario dios de la vereda.
Alejandro Schmidt, Oscuras ramas, 2003
domingo, 1 de julio de 2012
Es en
estos escenarios en donde observamos que los nativos se ubican en una posición
subalterna que indirectamente los hermana en tanto vivencian procesos de
expropiaciones culturales y territoriales: vivir se torna sobrevivir. La
cultura del blanco es verdaderamente lo foráneo amenazador y es desde esa
violencia simbólica, legal, física y efectiva sobre el nativo que se suceden
ininterrumpidamente vínculos violentos entre ambas culturas. Porque es preciso
destacar que la cultura nativa, aún en posición subalterna dada las relaciones
de fuerza desiguales que se instituyen, sostiene prácticas de resistencia. Cierto
es que es más fácil urdir alternativas a tentativas aculturadoras soportadas en
la fe, en relación con las imposiciones de todo un aparato estatal y de
prácticas directamente criminales garantizadas por el uso de armas más
difíciles de doblegar. Si es posible hasta hacer uso de las misiones como
prácticas de subsistencia (la permanencia en invierno desde el ejercicio en
apariencia de una religión -vuelta fórmula- ajena) y luego darse a la fuga, no
resulta tan fácil franquear alambrados y “robar” animales supuestamente ajenos
(nociones penales impuestas), ni tampoco transitar libremente por los
territorios ancestrales. Las armas de fuego, los perros importados, los
mecanismos legales se vuelven un impedimento efectivo y de fuerza mayor. El
abuso de poder se instala y, frente al etnocentrismo de la cultura arrasadora
del blanco parece quedar la resistencia en la venganza, en la violencia como
signo de memoria y dolor colectivo. También el nativo se mueve en el espacio
desde roles prefigurados (que en realidad han sido históricamente
constituidos): el blanco es el enemigo y obliga a un estado de alerta
permanente en defensa propia (y comunitaria). De allí que la migración de
Tatesh haya sido interrumpida por el móvil de la venganza sobre los loberos (en
el abuso a Camilena y las mujeres en la costa).
Por
ello lo que tiene de interesante Fuegia
es que permite deconstruir los motivos históricos del ejercicio de la
violencia. Voluntad visible hasta en su propia estructura narrativa: Beltrán
Monasterio asesina brutal y asombrosamente a su amo Tomas Jeremy Larch en los
comienzos de la trama, pero a medida que la narrativa explora las relaciones
problemáticas entre culturas, Beltrán Monasterio ya es Lucca, el último
ejemplar de la comunidad párriken, devastada por las atrocidades de una cultura
que tiene los medios para imponerse injustamente sobre otras modalidades de
existencia. Beltrán Monasterio es quien carga un dolor colectivo e histórico y
su violencia es consecuencia más que causa.
Fuegiainvierte, en suma, los
términos Civilización y Barbarie, impugnando un discurso que es
la condición de posibilidad de un modelo de país excluyente. Quizás personajes
como Federica y el médico (su padre) receptivos a experiencias otras de
contacto con los nativos (sin ejercer las aculturaciones desarrolladas) y
tensionados angustiantemente, por ello, en una comparación crítica de lo propio
y lo ajeno (posibilidad de revisión y enjuiciamiento), señalen matices y
condiciones de contra-hegemonías dentro del seno mismo de la cultura opresora,
alianzas inter-culturales que no supongan negaciones ysí reconocimientos efectivos. Ello, si hubiera
manera de desmontar una estructura de poder que limita una cultura a últimos
ejemplares, ello, si se asume lo que tiene de irrecuperable una pérdida
histórica como la desaparición de una cultura por otra y si, al mismo tiempo,
no se abandona la disputa por una recomposición -la búsqueda de lo recuperable
sobre lo irrecuperable- sobre la experiencia histórica de esa falta.
María Elisa Santillán
Fragmentos finales de Trabajo Práctico sobre Fuegia, de Eduardo Belgrano Rawson.
lunes, 18 de junio de 2012
Fotografía de Raúl Walter González Sanso
EL RELINCHO (GUANACO JEFE)
Paró pata en la
cumbre reinadora
y miró por el tiempo de sus hembras;
copó al viento, le
puso contraseñas
y lo volcó en las cuestas azulinas.
De cogote cruzado con las nubes estuvo,
antojo de ser luz, pegado al
cielo.
Corazón de algo grande parecía
diminuto en la mano de una
peña.
Del alto nacedero de sus ojos, la nieve
colgaba derritiéndose para formar
los ríos;
los pastos amarillos caían de su pecho
saltando las quebradas
rumbo a las vegas verdes.
Y enhorquetó de pronto un eco en las orejas:
entre los farallones la
piedrita movida.
Dio una vuelta en redondo, avizoró
de frente y así entró
por el ojo de la carabina.
Lanzó un relincho azul, morado y negro;
le chispeó en el codillo abierta
rosa;
sorprendido en secretos con su ángel
entró al revolcadero de la
sombra.
Huyeron las guanacas por las crestas;
hilaron con su lana los
abismos;
y la cumbre quedó sin corazón arriba,
como un grito en la nada,
sólo piedra.
Lo siento.
Pero yo no
quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible.
Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros;
los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos
desgraciados. No queremos odiar ni ayudar a nadie. En este mundo hay sitio para
todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino
de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha
envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las
miserias y las matanzas.
Hemos
progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El
maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento
nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado,
sentimos muy poco.
Más que
máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y
dulzura. Sin estas
cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos
hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige
bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.
Ahora mismo, mi
voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres
desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los
hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no
deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la
amargura de homres que temen seguir el camino del progreso humano.
El odio pasará
y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará
al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.
¡Soldados! ¡No os
entreguéis a eso que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan
vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir!
Os barren el
cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os
entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y
corazones de máquina.
¡Vosotros no
sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres! Lleváis el amor de la Humanidad en
vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los que nos aman y
los inhumanos.
Soldados, no luchéis por
la esclavitud, sino por la libertad. El el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El
Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los
hombres..." Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el
poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y
convertirla en una maravilosa aventura.
En nombre de la
democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo
nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un
futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras
subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las
cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo.
Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al
mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y
la intolerancia.
Luchemos por el
mundo de la razón.
Un mundo donde
la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.
¡Soldados, en nombre de la
democracia, debemos unirnos todos!