lunes, 29 de octubre de 2012

 
 
 
Sin título, Joseph Cornell


 

Kiosco

 
yo quiero tener un kiosco
lo quiero de día
y lo quiero de noche
abierto

seré el señor del kiosco
el gordo kiosco
el dueño del kiosco

en la esquina
con un toldo a rayas
brillará mi kiosco
llenaré la maleta del gato Félix
el tesoro de Rusia
la boca
de mamá

seré feliz
cuando tenga el kiosco
y escriba Pessoa mi poema

la insignificancia de Occidente
derramará sus cajas

de noche
un televisor pequeño
explicará los mundos
la luz de la ciudad
irá mezclando astros

seré
el necesario dios
de la vereda.

 
Alejandro Schmidt, Oscuras ramas, 2003







domingo, 1 de julio de 2012



Es en estos escenarios en donde observamos que los nativos se ubican en una posición subalterna que indirectamente los hermana en tanto vivencian procesos de expropiaciones culturales y territoriales: vivir se torna sobrevivir. La cultura del blanco es verdaderamente lo foráneo amenazador y es desde esa violencia simbólica, legal, física y efectiva sobre el nativo que se suceden ininterrumpidamente vínculos violentos entre ambas culturas. Porque es preciso destacar que la cultura nativa, aún en posición subalterna dada las relaciones de fuerza desiguales que se instituyen, sostiene prácticas de resistencia. Cierto es que es más fácil urdir alternativas a tentativas aculturadoras soportadas en la fe, en relación con las imposiciones de todo un aparato estatal y de prácticas directamente criminales garantizadas por el uso de armas más difíciles de doblegar. Si es posible hasta hacer uso de las misiones como prácticas de subsistencia (la permanencia en invierno desde el ejercicio en apariencia de una religión -vuelta fórmula- ajena) y luego darse a la fuga, no resulta tan fácil franquear alambrados y “robar” animales supuestamente ajenos (nociones penales impuestas), ni tampoco transitar libremente por los territorios ancestrales. Las armas de fuego, los perros importados, los mecanismos legales se vuelven un impedimento efectivo y de fuerza mayor. El abuso de poder se instala y, frente al etnocentrismo de la cultura arrasadora del blanco parece quedar la resistencia en la venganza, en la violencia como signo de memoria y dolor colectivo. También el nativo se mueve en el espacio desde roles prefigurados (que en realidad han sido históricamente constituidos): el blanco es el enemigo y obliga a un estado de alerta permanente en defensa propia (y comunitaria). De allí que la migración de Tatesh haya sido interrumpida por el móvil de la venganza sobre los loberos (en el abuso a Camilena y las mujeres en la costa).




             Por ello lo que tiene de interesante Fuegia es que permite deconstruir los motivos históricos del ejercicio de la violencia. Voluntad visible hasta en su propia estructura narrativa: Beltrán Monasterio asesina brutal y asombrosamente a su amo Tomas Jeremy Larch en los comienzos de la trama, pero a medida que la narrativa explora las relaciones problemáticas entre culturas, Beltrán Monasterio ya es Lucca, el último ejemplar de la comunidad párriken, devastada por las atrocidades de una cultura que tiene los medios para imponerse injustamente sobre otras modalidades de existencia. Beltrán Monasterio es quien carga un dolor colectivo e histórico y su violencia es consecuencia más que causa.

              Fuegia invierte, en suma, los términos Civilización y Barbarie, impugnando un discurso que es la condición de posibilidad de un modelo de país excluyente. Quizás personajes como Federica y el médico (su padre) receptivos a experiencias otras de contacto con los nativos (sin ejercer las aculturaciones desarrolladas) y tensionados angustiantemente, por ello, en una comparación crítica de lo propio y lo ajeno (posibilidad de revisión y enjuiciamiento), señalen matices y condiciones de contra-hegemonías dentro del seno mismo de la cultura opresora, alianzas inter-culturales que no supongan negaciones y  sí reconocimientos efectivos. Ello, si hubiera manera de desmontar una estructura de poder que limita una cultura a últimos ejemplares, ello, si se asume lo que tiene de irrecuperable una pérdida histórica como la desaparición de una cultura por otra y si, al mismo tiempo, no se abandona la disputa por una recomposición -la búsqueda de lo recuperable sobre lo irrecuperable- sobre la experiencia histórica de esa falta.              


María Elisa Santillán
Fragmentos finales de Trabajo Práctico sobre Fuegia, de Eduardo Belgrano Rawson. 
                                                            
                                                                                                                                                        





lunes, 18 de junio de 2012

Fotografía de Raúl Walter González Sanso


 
EL RELINCHO (GUANACO JEFE)


Paró pata en la cumbre reinadora
y miró por el tiempo de sus hembras;
copó al viento, le puso contraseñas
y lo volcó en las cuestas azulinas.
 
 
De cogote cruzado con las nubes estuvo,
antojo de ser luz, pegado al cielo.
Corazón de algo grande parecía
diminuto en la mano de una peña.

Del alto nacedero de sus ojos, la nieve
colgaba derritiéndose para formar los ríos;
los pastos amarillos caían de su pecho
saltando las quebradas rumbo a las vegas verdes.

Y enhorquetó de pronto un eco en las orejas:
entre los farallones la piedrita movida.
Dio una vuelta en redondo, avizoró
de frente y así entró por el ojo de la carabina.

Lanzó un relincho azul, morado y negro;
le chispeó en el codillo abierta rosa;
sorprendido en secretos con su ángel
entró al revolcadero de la sombra.

Huyeron las guanacas por las crestas;
hilaron con su lana los abismos;
y la cumbre quedó sin corazón arriba,
como un grito en la nada, sólo piedra.
 
 
Jorge Leónidas Escudero, Le dije y me dijo (1978)





martes, 22 de mayo de 2012

Discurso final de "El gran dictador"






Lo siento. Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni ayudar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.

Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.

Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de homres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

¡Soldados! ¡No os entreguéis a eso que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir!

Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.

¡Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres! Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.

Soldados, no luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. El el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres..." Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravilosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.

Luchemos por el mundo de la razón.

Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.

¡Soldados, en nombre de la democracia, debemos unirnos todos!