viernes, 6 de septiembre de 2013

 
Remedios Varo, "Planta"
 



POÉTICAMENTE HABITA EL HOMBRE
 
Donde dobla, su junco
la noche
y termina el basural
nos llevó padre maestro.

Negro el pelo las manos
mismo rostro sobre la sombra
veníamos de un planeta
roto en sus raíces
y sobre el capot del auto
sentadas sin saber qué
ella y yo, hermanas en la sangre,
vimos en la curvatura del tiempo
dos eucalpitus secos
grises relámpagos en los límites del mundo.

Dormían allí las garzas
milesdemillones de puntos blancos doblaban
en sus cuellos
el sueño de un dios de acero.

Tuve la felicidad
vivir era una belleza que besaba los ojos.




LA REENCARNADA
 
Yo vi el fin de los tiempos
ahí venía dios
el cometa en el ojo de la noche.
Podría haber muerto ahí
y no haber fallado
el resto de la vida

Corría
por el camino a Tres Lomas
donde mi padre me llevó a ver el cometa Halley
su oscura profecía de nada eterna

Tenía seis años
cuando estuve en la noche de mi muerte
y sobreviví


Leticia Ressia, La selva oscura (2011)



 
Remedios Varo, "Reflejo Lunar"
 
     

    miércoles, 10 de julio de 2013

     
     
    El peluquero
     
    A mi abuelo, Santiago


    Asentaba navajas en un listón de cuero,
    porque era su trabajo arrancarle a los rostros sus
    animales muertos.
    Hacía barba y bigote para el espejo atestado de gente.
    Su navaja pulía aquella superficie,
    rasuraba los rostros del espejo y haciendo su trabajo,
    ¿afeitaba al espejo?

    Era más chico que un tarro de gomina Brancato
    mi abuelo,
    pero una cabeza más alto que la muerte.
    Invitaba al cliente sacudiendo una toalla
    y el cliente ocupaba aquel sillón Dosetti de madera
    y entraba en el espejo.
    El estilista hablaba solamente con su tijera
    y cuando ella por fin tenía la lengua desgajada
    hacia un lado, él decía: “servido”.

    Mi abuelo maquillaba al espejo con estrellas de talco
    y usaba un pulcro saco blanco.
    La muerte -que es prolija- le envidiaba su colección
    de peines.

    Un día la muerte, que hojeaba una revista deportiva,
    dijo: “me toca a mí”.
    Y ocupó aquel sillón, despatarrada y con
    un remolino en la cabeza.
    “Tiene un pelo difícil”, dijo sin voz mi abuelo.
    Después, la muerte asentó su navaja y haciendo su
    trabajo, ¿rasuraba al espejo?
    El peluquero se marchó bajo un cielo cualquiera con
    estrellas de talco.
    El espejo se pasó la mano por la cara afeitada,
    suave, como un recién nacido.



    Jorge Boccanera, Marimba (2006)


     
    Alberto Gastaldi, "Mi abuela y la luz en el campito"