Es en
estos escenarios en donde observamos que los nativos se ubican en una posición
subalterna que indirectamente los hermana en tanto vivencian procesos de
expropiaciones culturales y territoriales: vivir se torna sobrevivir. La
cultura del blanco es verdaderamente lo foráneo amenazador y es desde esa
violencia simbólica, legal, física y efectiva sobre el nativo que se suceden
ininterrumpidamente vínculos violentos entre ambas culturas. Porque es preciso
destacar que la cultura nativa, aún en posición subalterna dada las relaciones
de fuerza desiguales que se instituyen, sostiene prácticas de resistencia. Cierto
es que es más fácil urdir alternativas a tentativas aculturadoras soportadas en
la fe, en relación con las imposiciones de todo un aparato estatal y de
prácticas directamente criminales garantizadas por el uso de armas más
difíciles de doblegar. Si es posible hasta hacer uso de las misiones como
prácticas de subsistencia (la permanencia en invierno desde el ejercicio en
apariencia de una religión -vuelta fórmula- ajena) y luego darse a la fuga, no
resulta tan fácil franquear alambrados y “robar” animales supuestamente ajenos
(nociones penales impuestas), ni tampoco transitar libremente por los
territorios ancestrales. Las armas de fuego, los perros importados, los
mecanismos legales se vuelven un impedimento efectivo y de fuerza mayor. El
abuso de poder se instala y, frente al etnocentrismo de la cultura arrasadora
del blanco parece quedar la resistencia en la venganza, en la violencia como
signo de memoria y dolor colectivo. También el nativo se mueve en el espacio
desde roles prefigurados (que en realidad han sido históricamente
constituidos): el blanco es el enemigo y obliga a un estado de alerta
permanente en defensa propia (y comunitaria). De allí que la migración de
Tatesh haya sido interrumpida por el móvil de la venganza sobre los loberos (en
el abuso a Camilena y las mujeres en la costa).
Por
ello lo que tiene de interesante Fuegia
es que permite deconstruir los motivos históricos del ejercicio de la
violencia. Voluntad visible hasta en su propia estructura narrativa: Beltrán
Monasterio asesina brutal y asombrosamente a su amo Tomas Jeremy Larch en los
comienzos de la trama, pero a medida que la narrativa explora las relaciones
problemáticas entre culturas, Beltrán Monasterio ya es Lucca, el último
ejemplar de la comunidad párriken, devastada por las atrocidades de una cultura
que tiene los medios para imponerse injustamente sobre otras modalidades de
existencia. Beltrán Monasterio es quien carga un dolor colectivo e histórico y
su violencia es consecuencia más que causa.
Fuegia invierte, en suma, los
términos Civilización y Barbarie, impugnando un discurso que es
la condición de posibilidad de un modelo de país excluyente. Quizás personajes
como Federica y el médico (su padre) receptivos a experiencias otras de
contacto con los nativos (sin ejercer las aculturaciones desarrolladas) y
tensionados angustiantemente, por ello, en una comparación crítica de lo propio
y lo ajeno (posibilidad de revisión y enjuiciamiento), señalen matices y
condiciones de contra-hegemonías dentro del seno mismo de la cultura opresora,
alianzas inter-culturales que no supongan negaciones y sí reconocimientos efectivos. Ello, si hubiera
manera de desmontar una estructura de poder que limita una cultura a últimos
ejemplares, ello, si se asume lo que tiene de irrecuperable una pérdida
histórica como la desaparición de una cultura por otra y si, al mismo tiempo,
no se abandona la disputa por una recomposición -la búsqueda de lo recuperable
sobre lo irrecuperable- sobre la experiencia histórica de esa falta.
María Elisa Santillán
Fragmentos finales de Trabajo Práctico sobre Fuegia, de Eduardo Belgrano Rawson.
Hola María del Carmen! gracias por tu mensaje. Te cuento que dejé el blog por un tiempo para preparar un nuevi libro, será tal vez para octubre.
ResponderEliminarNo dejaré de tener contacto con vos!
Lo que publicas aquí siempre es muy interesante, trato de pasar seguido.
Mis cariños!
Querida Mercedes:
ResponderEliminarqué alegría que estés preparando un nuevo libro! Gracias por tus comentarios, siempre tan generosos. Un abrazo!
María del Carmen