jueves, 26 de febrero de 2009

John Singer Sargent, Cachemira


Un padre
que te suelta
la mano
un segundo antes
de que mueras.

Si sólo supieras
que no quería dejarte.





Y caminamos solos
por el día y por la noche.
Desde aquel día
caminamos solos.

Y todavía hay quienes ven
las huellas
del que nos llevaría
de la mano.





Y nos convertimos
en niños
que van cantando
con una escudilla.
Nos convertiríamos
en estatuas,
de ésas que se deshacen
con sólo tocarlas.





De pronto
nos dimos cuenta
de que íbamos a ser huérfanos.

El cielo
se nos vendría encima
como castigo.


María del Carmen Marengo, El camino de los ángeles (2003)

jueves, 19 de febrero de 2009

Obras de Cecilia Mandrile


Han venido a tocar hasta mi puerta,
sin alas, dolorosos,
los ángeles de todas las edades,
jurando por el juicio sin memoria,
pidiendo en mi limosna que les crea.
Latidos en harapos, razón que sólo es,
traen grandes voces, solares, desquiciadas;
con espuma de huérfanos pronuncian:
"Dios ha muerto, mortales, Dios ha muerto".


Han venido a tocar y está mi puerta,
abierta para todos los secretos,
y allá siguen llorosos, exentos, qué más, desgñitados,
como signos desgarrados de un imperio
que ha dejado de ser lo que es la tierra:
la madre, nuestra madre, la quimera.


Junto a ellos, que no atinan a irse,
está de pie este día, erguido como un amo,
exuberante, de carne cenicienta,
destacada en el gusto de criar las cicatrices:
y ya todos repiten, jadeantes, gemebundos,
que Dios fingió su muerte,
que anda por las calles, que anda como ellos,
resuelto, plañidero, mocoso, ensimismado.


Han venido, se han quedado en el vano,
y se ha quedado con ellos este instante
de súbita orfandad, de estúpida caída.


Jorge Aguilar Mora, Stabat Mater (1996)


Oh, que todos se den aquí y no "en la eternidad, errando..."
Dejad que la gracia de la unidad como una savia
alce las ramas divergentes hacia el azul ligero,
aladas en su mismo destino...
Y así que todos aquí, aquí, cumplidos,
no olviden la raíz, una, profundísima,
abriendo todas las manos, oh, sí, todas las manos
sobre los fuegos alegres...


Juan L. Ortiz



martes, 17 de febrero de 2009

Gregory Colbert, Ashes and Snow, Museo Nómada


Exilio

Expulsados de la selva del sur de Sumatra
por los hombres que vienen a poblarla, 130
elefantes emprendieron hoy una larga marcha
de 35 días hacia la nueva ciudad que les fue
asignada.
(AFP. 18/11/82)



No hay sitio para los elefantes.
Ayer los expulsaron de la selva en Sumatra,
mañana alguien les impedirá la entrada al Unión Bar.
Yo integro esa manada hacia Lebong Hitam,
yo sigo a la hembra guía,
cargo con la joroba de todas mis valijas sobre las
cuatro patas del infierno.

Llegarán a destino –dijo un diario en Yakarta.
Los colmillos embisten telarañas de niebla.
Llegarán a destino,
viejas empalizadas que sucumben bajo mareas de carne.
Llegarán -dijo el diario.

Más la estampida cruza por suelos pantanosos
y mi patria –la mía- es sólo esta manada de elefantes
que ha extraviado su rumbo.

¡Guarde celosamente la selva impenetrable este ulular
de bestias!
Tambores y petardos, acompañan.
Algo de todo el polvo que levantan, es mío.


Jorge Boccanera, Marimba (1986)




Gregory Colbert, Ashes and Snow, Museo Nómada



lunes, 16 de febrero de 2009



Colibrí


Corazón vagabundo del rocío
que va a caerse pero que no cae
sobre la rosa quieta que lo atrae
con el silencio de su señorío.

Gema creciendo en azulado brío
que el aire en lila pálido desvae,
viene viniendo, pero se distrae
y estalla sobre el pecho del estío.

Vibra en capullo su fogosa seda
y vacilante, yéndose se queda
rizando el oro el borde de la rosa.

Y cuando en cielo ha desaparecido
como el aroma seco del olvido
su sombra vuela en una mariposa.


Manuel J. Castilla, Posesión entre pájaros (1966)




Pájaros bañándose


Eran pájaros sueltos en el aire.
Un círculo de pájaros que giraba y giraba
sobre su propio vuelo oscuro
entre el cielo y el agua en el crepúsculo.

Caía y no caía sobre el río.
A ratos descendía.
Tocaba con el pecho cada pájaro el agua
y el agua era una espuma levantada,
otro pecho de pájaro deshaciéndose al aire,
un nido de cristal desmoronado,
un capullo partido en gotas claras.

Eran pájaros sueltos en el aire.
Una rueda aleteante y silenciosa
cayéndose y mojándose,
levantándose y yéndose,
volando y regresando.

Tocaba con el pecho cada pájaro el agua.


Manuel J. Castilla, El cielo lejos (1959)

lunes, 9 de febrero de 2009


(Fotografía: Raúl W. González Sanso)


I

Llamo a los Ángeles

Mientras estamos
en este lugar
y esperamos.

Para poder
atravesar su mundo.

Para poder atravesar su mundo
con una flor en la mano.



II

Y si al despertar
te encontraras
con la flor.

Sabrías que has estado allí.



III

La flor del Paraíso
de los sueños.

Que nos conduzcan
de la mano
a través de su mundo
y del nuestro.



IV

Y si el Ángel atravesara el umbral

para borrar las penas
y vivir la vida
de los humanos.

Llamo a todos los Ángeles.

No nos dejen
caer
en la soledad.


María del Carmen Marengo, El fuego invisible (2001)